viernes, 27 de febrero de 2015

“Yo nunca” chupando yogures


-Yo nunca -comenzó la Perra Negra- he dicho “no” en tono humano.

El Gato Rubio se inclinó sobre su cuenco de yogur y lo lamió un poco. No le fascinaba el gusto ácido pero tampoco sabía nada mal.

-A mí nunca –la Gata Negra tomó el turno- me han confundido con una magdalena de vainilla.

Con una mueca divertida de falso fastidio, el Gato Rubio volvió a hincar el hocico en su yogur.

-Ahora, yo. –reclamó el Gato Rubio- Yo nunca he sentido interés por un programa de televisión.

La Gata Negra estiró el cuello y abrió mucho sus ojos amarillos. Chupó con avidez su cuenco y, con los bigotes empapados y mucha pasión, dijo:

-El canal por cable para bebés debería llamarse Canal para Gatos.

Y añadió:

-Yo nunca he comido cacas de cabra como si fueran conguitos.

La Perra Negra, con más entusiasmo que vergüenza, atacó su cuenco.

-Yo nunca- anunció relamiéndose- he dado de mamar a un gatito.

El Gato Rubio metió la cabeza en su yogur y la volvió a alzar, orgulloso.

-Yo nunca- el minino torció el cuello, como si no entendiera muy bien lo que iba a decir- he mordido las cuerdas de una guitarra como si fuera Jimi Hendrix.

La Gata Negra rechupeteó concienzudamente lo que le quedaba de yogur.

Todos concluyeron que el juego resultaba muy interesante y volvieron a por más yogur pero sin intención de confesarse más.              

martes, 24 de febrero de 2015

Hacer la cama desde un punto de vista socioemocional


Es más que una tarea doméstica. Acomodar u ordenar el mueble más importante de la casa dice mucho de nosotros y, si existen, de las personas con las que lo compartimos.

Ya durmamos solos, con nuestra pareja o con una manada de zarigüeyas, ese hecho condiciona nuestra vida (sobre todo si nuestra pareja o las zarigüeyas roncan o murmullan en sueños).

Siguiendo los pasos de una forma convencional de hacer la cama desde cero en esta parte del mundo, el primero sería quitar las sábanas para lavarlas, quemarlas o lo peor que puede hacerse: airearlas.

Un apunte quisquilloso de higiene: por favor, lavadlas o quemadlas pero no las aireéis.

El siguiente paso es airear el colchón y/o darle la vuelta. En realidad, este acto es más útil como limpieza propia espiritual que para la cama. Es una cama, no tiene pecados que expiar. Seguramente nosotros tampoco pero, ay, qué fresquita creemos que queda así.

Transcurrido el tiempo de aireamiento (se puede hacer coincidir el de nuestro colchón con el de nuestras miserias siempre y cuando sea en la compañía adecuada), se procede al hecho central de hacer la cama que es hacer la cama en sí.

Extendemos la sábana bajera sobre el colchón. Tratamos de orientar las esquinas de la tela para hacerlas encajar con las esquinas del mismo.

Tengo que confesar mi poca pericia en esta tarea cuando la sábana se ajusta demasiado y estirar descontroladamente no suele ser la solución. He aquí un indicio de poca paciencia.

Si se hace la cama con otra persona, atención, prueba de amor: quien encaja la última esquina por ti, la más complicada de encajar, seguramente tampoco tendrá ningún problema en lanzarse desde la torre más alta del castillo para luchar contra el dragón y rescatarte.

Llegamos a otro punto interesante: la sábana propiamente dicha. Retrocedo un momento al paso anterior para remarcar que el clasismo también existe en el mundo de la ropa del hogar: las pobres bajeras, con su despectivo pero adecuado nombre, muchas veces no se denominan ni sábanas.

Eso es un lujo reservado para la casta de las sábanas.

De hecho, tienen ese rasgo tan aristocrático de aparentar, ofrecer una superficie al público más estética visualmente que el propio interior.

No importa si dormimos con una manada de zarigüeyas. La mayoría de nuestras madres, en una especie de conspiración secreta, nos han enseñado que la cama se hace con el interior de la sábana boca arriba para que, cuando hagamos el embozo (maravillosa palabra), se vea más bonito.

Eso es. Probablemente, nos arroparemos con la parte de la sábana más resbaladiza, áspera e inadecuada pero todo ese esfuerzo habrá valido la pena porque se verá más bonito. Eso es lo más importante.

No nos detengamos demasiado en la colocación de las fundas de la/s almohada/s. Sólo querría destacar que de la ayuda mutua en este trabajo se deduce el éxito de la relación con la otra persona, os una lo que os una. Si no existe discusión y se realiza con armonía, felicidades a ambos.

Llega la guinda final: la colcha. Si es estampada y nos detenemos en la orientación de ese estampado en su correcta colocación, denotará un perfeccionismo sano o tiquismiquismo según diferentes opiniones.

Pero lo más importante de todo, no sólo de hacer la cama, sino de todo en general, es lo que se refiere a la funda y al relleno del nórdico

Es una verdad universal que aquella persona encargada en su casa de cambiarle la funda al relleno del nórdico, ardua gesta se mire como se mire, es sobre quien pesa la responsabilidad de los que viven en su hogar: la verdadera cabeza de familia.

Quien le pone la funda limpia al relleno del nórdico es quien salvará a los suyos de una invasión zombi o alienígena. Y seguro que sobrevivirá, más allá del tiempo y del espacio.

viernes, 20 de febrero de 2015

Estrella de Hollywood


 -Hoy entrevistamos a Vin Willis. La mayor estrella del cine de acción en Hollywood del momento está promocionando su nueva película “Al límite mortal 4: Cañonazo sucio”. ¿Qué le ha hecho volver a esta saga?

-Creo que no hubo demasiado límite mortal en las tres entregas anteriores y pensé, qué demonios, el mundo necesita más límite mortal.

-¿No teme encasillarse en el personaje de Chuck Li?

-Es algo que estuve pensando últimamente pero al ver que había dejado entreabierto el congelador durante un par de días, no medité sobre ello como debiera. Esa maldita escarcha enterró todo el pescado, las pizzas y la chapata que había dentro. No fue buena idea rascar con un cuchillo pero al menos pude desincrustar la caja de croquetas del fondo.

-Hablando de ahondar en terrenos desconocidos. ¿Cree que el nuevo toque cómico de la franquicia le puede abrir puertas a protagonizar películas de otros géneros?

-Yo soy un hombre con mucha paciencia. Sé esperar. Sin embargo, cuatro horas es mucho tiempo. Para una buena película quizás no tanto pero para darte de baja de un operador de móvil, creo que sí. No sé cuántas veces hablé con aquel menú de voz automático. Algún taco sí que solté pero finalmente lo conseguí. Era o ellos o yo. No miento.

-No hay duda que usted es el héroe del público dentro y fuera de la pantalla. ¿Podría decirnos qué escena ha sido más complicada de rodar en esta entrega de “Al límite mortal”?

-Sin ninguna duda, la del desierto. Puedo soportar las altas temperaturas, tener arena hasta en los calzoncillos... pero chocar contra un cactus… Eso fue muy duro. Me cuesta… me cuesta hablar de ello. Fue como recibir un beso de mi pobre tía Agnes. La echo tanto de menos. Siempre tenía una palabra amable para mí. Era la mejor. Cuando de niño le regalaba retratos suyos me decía: “Qué bonito dibujo, qué bonito cepillo dentro de un círculo, Vinny”. Me acariciaba la cabeza y me sentía tan importante.

-Y para acabar, ¿podría dedicarnos algunas palabras sobre Megan Jolly, con quien comparte protagonismo en la película?

-Megan es muy profesional. Nunca se quejó, por muy difícil que fuera la escena. Es trabajadora y más dura que Chuck Li, ya lo creo (risas). Estoy a la espera de su respuesta para otro proyecto. El día 15 es el cumpleaños de Josh, uno de los cámaras y queremos regalarle entre todos un viaje a Florida. Cada uno salimos a treinta pavos y Megan aún no me ha contestado. Sé que mira el móvil pero no ha dicho ni mu.

martes, 17 de febrero de 2015

El Gusano Mongol de la Muerte


Ni siquiera le hizo falta salir de la arena del desierto. La vida no es fácil cuando te persiguen criptozoólogos de todo el mundo y no sabes en qué extremo tienes la cabeza y en cuál tienes el culo, así que decidió emigrar.

Su viaje fue subterráneo, como el de Bugs Bunny cuando recorre bajo tierra su camino a la madriguera, sólo que él asomó la cabeza o el culo en Lleida, capital de Lleida.

Le gustaron el sol y el río. Los habitantes de la ciudad simpatizaron con él por su talento para masacrar mosquitos con sus corrientes eléctricas. Incluso llegó a lucir camisa los domingos para pasear por el centro histórico.

Le llamaban Gema, por lo de abreviar a GMM. Y ya está. No hubo conflicto entre gusano y humanos. Además, él también adoraba las degustaciones de caracoles en las ocasiones especiales.

viernes, 13 de febrero de 2015

Por su salud, suba las escaleras


-Je, je. ¿Ha visto usted “El ángel exterminador”?

-No.

-¿No? Pues es toda una ironía.

Dos desconocidos en un ascensor que mediaron palabra después de un buen rato es una buena excusa para una historia. No hablaron del tiempo, ni de noticias escabrosas. Tampoco discutieron por qué ninguno quería salir del ascensor. Únicamente se mencionó la película de Buñuel.

Otras personas los miraban y, al instante, sus ojos huían de ellos. Ellos también huían pero de otras cosas. Se sonreían, nerviosos, ante la frontera invisible de la puerta automática abierta y atrancada.

Sin embargo, no había inquietud ante las miradas furtivas. Estaban demasiado concentrados. Concebían una especie de excitación infantil, como al gritar “¡salve!” cuando se juega al escondite. Un ratito más, suplicaban en su interior.

Hala, todo pringado de mostaza


Empiezo este blog para que lo leáis. Y no sólo eso: para que os guste lo que leáis. Así es, lo presento como esa criatura que vuelve del cole con su dibujo y se lo enseña, con toda su ilusión, a su madre.

Claro que la madre está tomando café en la salita con su amiga y pasa totalmente de la criatura y del dibujo.

Bueno, pues yo quiero ser esa amiga que tiene la atención de la madre pero también quiero ser la criatura que ha cogido su dibujo, le ha echado el bote entero de mostaza por detrás y lo ha pegado tal cual en la nevera. Por lo menos que luzca y lo pasemos bien.