sábado, 10 de octubre de 2015

Se le ven las tripas


-Se le ven a usted las tripas.
-¿La tripa?
-No, las tripas. Le veo las entrañas.

Uf, ¡qué vergüenza le dio! Se agachó a recoger los intestinos, el páncreas... Hasta la vesícula parecía a punto de caerse.

-Cuánto lo siento. Disculpe.

-No se apure tanto. No es culpa suya.

Las prisas le pellizcaban y no lograba poner nada en su sitio. La presión no le permitía ni respirar.

-Espere. En realidad sí es culpa suya. Es su agobio lo que ha causado este caos, ¿no? Pues usted es la única persona responsable de sus consecuencias, ea.

Se hubiera ruborizado hasta la nuca si no fuera porque estaba perdiendo litros de sangre. Tenía razón.

Por mucho que hiciera, nada le parecía suficiente.
"Podría haber quedado mucho mejor, menuda chapuza he perpetrado."
"¿Ésto es todo lo que he conseguido hoy?"
"No logro nada."
"¿Cómo puedo ser tan horrible?"
"¿Sólo he llegado hasta aquí?"

Hasta ahora se había fustigado tanto, había corrido tanto que se había quedado sin resuello, sin energía y sin autoestima. Era lógico que se le vieran las tripas. Lo raro es que no las hubiera sacado por la boca.

Ahora debía cambiar de estrategia.

-Me tomaré mi tiempo y lo pondré todo en su sitio.

Se fundió en un abrazo propio y calmado. Acomodó cada pieza con mimo. Aprovechó para hacer limpieza y tiró un poco de bilis. Al final, todo quedó más equilibrado que antes.

-No sé por qué se ha tenido que atormentar tanto, con el buen fondo que tiene. En serio, lo veo desde aquí. Tiene usted muy buen fondo.

No supo si tomarlo como un cumplido o es que la hora de cenar se aproximaba peligrosamente.

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