viernes, 13 de marzo de 2015

El "Yim"


No me había adentrado mucho en el bosque pero allí lo encontré: cerca de una cabaña tallando algo de madera. Muy típico de un ermitaño. Sin embargo, no llevaba barba ni andrajos, sino un traje de hombre de negocios con algunos jirones.

"Lo natural sería que no estuviera aquí", me dijo sin que le preguntara. "Debería estar en la oficina, en la cafetería o en el -se estremeció al pronunciar la palabra-  yim."

"¿Yim?", pregunté. Su rostro se iluminó. Le satisfacía mi ignorancia.

"El gimnasio, ya sabes. La oficina, los centros comerciales... Esas cosas aún las puedo tolerar. Pero el yim... No puedo, no puedo."

Negó varias veces con la cabeza. "Todos mis compañeros iban, mis vecinos, todos. Con su ropa deportiva gris o fosforescente, sin matices. La primera vez, me mareé sólo con abrir la puerta. El olor a sudor condensado, a herrumbre, a maldito lugar cerrado..."

"La sonrisa de la instructora me asustó menos que la dedicación ciega de los que estaban allí. Sin embargo, pronto aprendí a comportarme como todos aquellos individuos: fingiendo que todo aquéllo me divertía o me proporcionaba pasos para un objetivo."

"Había quien socializaba mientras dejaba su toalla usada en el amarradero de su máquina. Esos amarraderos que todos tocaban una y otra vez, esparciendo fluídos de manos y frentes por todo el lugar."

"Las máquinas... prensas, poleas, arcos metálicos, cuerdas... Esas máquinas feas, porque mira que son feas y poco amables, si es que un objeto pudiera ser amable."

"Un lugar cerrado con luces fluorescentes... ¡luces fluorescentes! donde se comparte a la fuerza una intimidad infame en la sala de máquinas, en el vestuario, el vapor de la ducha, la ropa sucia y ajena, el..."

Se detuvo. Observó el cielo sobre su cabeza y la hierba bajo sus pies.

"No hay que recrearse en el pasado, ya sea bueno o malo. Sé que no encajo en esta sociedad dentro de mi condición. Todos los míos van al yim y yo, ya no".

"Un tiranosaurio rex podría dedicarse a la jardinería, con dolor, podría  pero no lo haría. Yo sería ese tiranosaurio rex en el yim. A los que no les gusta, fingen que les gusta y a los que les gusta... ésos dominarán el mundo de una forma que yo no tengo por qué ver. Por eso, sigo aquí."

Cuando me marché, él seguía sonriendo, mirando el horizonte como quien lo mira por primera vez.

2 comentarios:

  1. Ayss el gimnasio yo creo que no le gusta ir a nadie... Aunque a veces no quede más remedio! Muy sabio ese hombre!!

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  2. Tu mejor post! Que bueno! :-)

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