viernes, 6 de marzo de 2015

Y ahora, ¿qué hago?


“Sigue tu instinto”, dicen. “Escucha a tu estómago”.

¿Qué te dice? ¿Se ha equivocado tu estómago alguna vez? Seguramente sí pero no demasiado. Pero es la plegaria de los escépticos: escuchar al estómago.

En una especie de religión laica, nuestro dios interno es el instinto.

No es poca cosa porque es lo que nos guía cuando ajustamos la temperatura del agua en una ducha desconocida. Chillamos como los primates que somos cuando cae ardiendo o helada como un cuchillo.

Así sobrevivimos. Cambiamos de acera, de ciudad o de mundo. O mejor aún, de forma de pensar y hacer.

Además, el instinto es tan romántico. Más romántico que primario.


“Me da buena espina.” “Creo que no…” "Sí, creo que ."

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